Viva y en una pieza

Ana Gabriela RoblesSin categoríaLeave a Comment

Fue una noche de luna menguante, justamente hace una luna. Esa noche tomé mi bici  azul y me puse todo el equipo de seguridad, me despedí de unos amigos y comencé a rodar. Hacia frio, pero como estaba perfectamente cubierta sólo podía sentirlo en el rostro.  Era mi primer desplazamiento “largo” en la noche, habia estudiado la ruta y sabia perfecto por donde estaban los carriles exclusivos que había de tomar para llegar hasta mi casa.

Sali cerca de las 10 de la noche, ya no habia trafico ni muchos coches, por aquello del desabasto temporal de gasolina para terminar con la corrupción del huachicoleo. Me sentía feliz de poder rodar, de poder refrescar y ordenar mis ideas mientras lo hacía y de disfrutar y admirar la ciudad. Salid de un sector de las Lomas cercano al periférico, crucé esa vía y tomé reforma.

Al cruzar solo pude admirar la belleza de esta ciudad. El aire fresco y crujiente, la luna menguante de un tamaño descomunal levantando su giro celestial entre los edificios y esa sensación de libertad que solo se experimenta en la bicicleta. Noche inmejorable.

Entre suavemente a reforma y en ese sector de Chapultepec en donde las bicis comparten el carril con el transporte público. Me fui con prudencia observando a los demás ciclistas cómo y por dónde rebasaban.  Libre la parte de bosque. Me fije que ningún auto fuera a tomar la bajada a circuito interior y seguir por el encima.

Ahí se me apareció la estela de luz, nunca la habia visto de noche. Me pareció un monumento bellísimo, a pesar de la politiquería en tiempos de su construcción. Se iluminaba con sus cristales blancos, azules, verdes. Mientras rodaba por encima del puente solo podía pensar en la belleza de la noche, de la ciudad, del monumento, del momento de vida por el que estaba pasando y pensando. Me distraje un segundo mientras veía la estela y tenia estos pensamientos por la mente.

Segundos después, cuando baje la mirada a la ruta nuevamente estaba apenas a a la mitad del puente. Justo frente a mi, ahí el carril del metrobús /bicicleta estaba caminando, un peatón trajeado con sus audífonos puestos y su teléfono a la altura de sus ojos.  Justo ahí encima del puente que cruza por encima el circuito interior donde no hay cruces peatonales y hasta una rejita en el camellón para evitar el cruce de peatonal. Ahí estaba, era real y muy tridimensional.

Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh le grité de una porque no traía timbre. Supuse que traía en volumen alto ya que se tardó en reaccionar.  Mientras yo frenaba hice una maniobra para esquivarlo por mi izquierda. Él se me quedó viendo fijo y en vez de seguir de frente, como indica la lógica preventiva de los percances,  hiso un alto y dio dos pasos para atrás.

Ahí, justo en ese lugar estaba marcada la trayectoria de mi bici. El llegó un punto en que no pudo moverse más y sucedió lo inevitable. El curso de nuestro desplazamiento individual estaba destinado a encontrarse. Ahí nuestras vidas chocaron con mucha fuerza.

Mi pómulo derecho se impactó de lleno contra su cráneo. En ese momento se frenó toda la velocidad de mi desplazamiento. Mi bici le pegó en el cuerpo. Yo salí volando varios metros hacia el frente y quedé tirada en la calle gritando del dolor y del susto. Mis faros, termo y demás objetos sueltos rodeaban mi cuerpo.

Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh le grité de una porque no traía timbre. Supuse que traía en volumen alto ya que se tardó en reaccionar.

Fue una noche de luna menguante, justamente hace una luna. Esa noche tomé mi bici  azul y me puse todo el equipo de seguridad, me despedí de unos amigos y comencé a rodar. Hacia frio, pero como estaba perfectamente cubierta sólo podía sentirlo en el rostro.  Era mi primer desplazamiento “largo” en la noche, habia estudiado la ruta y sabia perfecto por donde estaban los carriles exclusivos que había de tomar para llegar hasta mi casa.

Sali cerca de las 10 de la noche, ya no habia trafico ni muchos coches, por aquello del desabasto temporal de gasolina para terminar con la corrupción del huachicoleo. Me sentía feliz de poder rodar, de poder refrescar y ordenar mis ideas mientras lo hacía y de disfrutar y admirar la ciudad. Salid de un sector de las Lomas cercano al periférico, crucé esa vía y tomé reforma.

Al cruzar solo pude admirar la belleza de esta ciudad. El aire fresco y crujiente, la luna menguante de un tamaño descomunal levantando su giro celestial entre los edificios y esa sensación de libertad que solo se experimenta en la bicicleta. Noche inmejorable.

Entre suavemente a reforma y en ese sector de Chapultepec en donde las bicis comparten el carril con el transporte público. Me fui con prudencia observando a los demás ciclistas cómo y por dónde rebasaban.  Libre la parte de bosque. Me fije que ningún auto fuera a tomar la bajada a circuito interior y seguir por el encima.

Ahí se me apareció la estela de luz, nunca la habia visto de noche. Me pareció un monumento bellísimo, a pesar de la politiquería en tiempos de su construcción. Se iluminaba con sus cristales blancos, azules, verdes. Mientras rodaba por encima del puente solo podía pensar en la belleza de la noche, de la ciudad, del monumento, del momento de vida por el que estaba pasando y pensando. Me distraje un segundo mientras veía la estela y tenia estos pensamientos por la mente.

Segundos después, cuando baje la mirada a la ruta nuevamente estaba apenas a a la mitad del puente. Justo frente a mi, ahí el carril del metrobús /bicicleta estaba caminando, un peatón trajeado con sus audífonos puestos y su teléfono a la altura de sus ojos.  Justo ahí encima del puente que cruza por encima el circuito interior donde no hay cruces peatonales y hasta una rejita en el camellón para evitar el cruce de peatonal. Ahí estaba, era real y muy tridimensional.

Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh le grité de una porque no traía timbre. Supuse que traía en volumen alto ya que se tardó en reaccionar.  Mientras yo frenaba hice una maniobra para esquivarlo por mi izquierda. Él se me quedó viendo fijo y en vez de seguir de frente, como indica la lógica preventiva de los percances,  hiso un alto y dio dos pasos para atrás.

Ahí, justo en ese lugar estaba marcada la trayectoria de mi bici. El llegó un punto en que no pudo moverse más y sucedió lo inevitable. El curso de nuestro desplazamiento individual estaba destinado a encontrarse. Ahí nuestras vidas chocaron con mucha fuerza.

Mi pómulo derecho se impactó de lleno contra su cráneo. En ese momento se frenó toda la velocidad de mi desplazamiento. Mi bici le pegó en el cuerpo. Yo salí volando varios metros hacia el frente y quedé tirada en la calle gritando del dolor y del susto. Mis faros, termo y demás objetos sueltos rodeaban mi cuerpo.

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Ana Gabriela Robles

Estoy al servicio de tu transformación, para que sanes tus heridas, actives tus memorias, liberes tu sombra, entonces con los ciclos, despiertes el amor propio, encuentres tu verdad y te atrevas a ser y nutrir la maravilla de SER que realmente eres. Te acompaño en el Camino de la Mujeridad a través de diferentes técnicas de sanación, sistemas, procesos y ceremonias.

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